Alberto Fernández asumió que la presión de la opinión pública iba in crescendo y la llamó a Vilma Ibarra. “Anunciá que mandamos la ley”, le dijo el Presidente a la secretaria legal y técnica. Ibarra ni siquiera preguntó qué ley: se vistió para la televisión y comunicó frente a las cámaras que se enviaría la ley de legalización del aborto al Congreso.
La estrategia presidencial establece una sucesión de hechos políticos que diseñó junto al jefe de Gabinete, Santiago Cafiero, el titular de Diputados, Sergio Massa, e Ibarra. Falta lograr que Cristina Fernández de Kirchner se sume a la maquinaria política que intentará sancionar una ley que fractura a la sociedad y transformará al Parlamento en un campo de batalla.
El plan para sancionar la legalización del aborto inicia con un acto público de Alberto Fernández que aún no tiene escenario definitivo: puede ocurrir en el Salón Blanco de Gobierno o suceder en la Ballena del CCK. Pero al margen de su locación, el sentido político del mitin es sencillo de explicar: el Presidente desea explicitar que está cumpliendo una promesa de la campaña electoral.
El proyecto de aborto ingresará por la Cámara baja y será enviado a un plenario de comisiones para su tratamiento exhaustivo. Ibarra será la representante natural del Gobierno al momento de defender la iniciativa –es su principal autora– y Alberto Fernández pretende que la discusión en el recinto de Diputados concluya antes de fin de año.
En la Casa Rosada tienen un punteo sobre los votos en la Cámara baja, y si bien no hay una mayoría holgada, la apuesta presidencial es que la media sanción del aborto no tenga mayores dificultades. Esa mayoría que se descuenta en el Gobierno supone que los bloques legislativos se partirán y que al momento de votar se mezclarán diputados del oficialismo y la oposición.
Tras las vacaciones de verano, y con sesiones extraordinarias convocadas, la puja por la ley del aborto avanzará en la Cámara alta. No hay dudas de la repetición del fenómeno político que ya se habrá visto en Diputados: bancadas que se fracturan, libertad para votar acorde a la conciencia personal y un debate fortísimo en los medios, las redes sociales y la calle.
El Senado es terreno pantanoso. No están los votos para lograr la sanción definitiva de la ley y la estrategia del Gobierno incluye una hoja de ruta compleja y con final incierto. La clave es Cristina Fernández de Kirchner: si ella se involucra –explican en Balcarce 50– la ley puede salir.
CFK no ha dicho ni sí ni no. Conoce la estrategia presidencial y aguardará su turno para mover cuando le toque.
Mientras tanto, en el primer piso de la Casa Rosada ya se cuentan los votos y se buscan los atajos para lograr la sanción definitiva. Respecto a los votos, la cuenta indica que faltan entre 3 y 4 senadores para lograr que el aborto legal sea promulgado por el Poder Ejecutivo. No se trata de obtener votos a favor, alcanza con lograr las abstenciones.
Si hay entre 3 y 4 abstenciones, la ley podría ser sancionada en el recinto de sesiones antes de que concluya abril. Y las abstenciones se vinculan a un antigua argucia de la política parlamentaria: hay senadores que terminan su mandato, y podrían continuar su cursus honorum en ciertas dependencias del Poder Ejecutivo. Una abstención, en un debate histórico, es mejor que empezar a escribir las memorias.
De todas maneras, este intrincado plan de batalla podría despejarse con la voluntad política de Cristina Fernández de Kirchner. Alberto Fernández considera que la promesa electoral es de los dos, y que lograr la sanción de esa iniciativa fortalecerá al Frente de Todos a pocos meses de los comicios de medio término.
CFK considera lógico el argumento presidencial. Y ya sabe qué hará. Es su secreto de Estado.